sábado, 5 de julio de 2008

Simplemente

Ya me han contado hasta ocho, por Charles Bukowski

Desde mi cama
observo
tres pájaros
en un cable
de teléfono.

Uno se va
volando
luego
otro.

Queda uno,
luego
también él
se va.

Mi máquina de escribir está
silenciosa como un sepulcro.

Y yo me he quedado
reducido a observar
pájaros.

Simplemente he pensado
que te lo debía
contar
cabrón.

imagen: flickr por Paula Marina.

jueves, 3 de julio de 2008

Sobre el sonido verdadero

Una vez más decido sentarme ante una partitura. Azul, en este caso. Clave de sol, clave de fa. Elección previa e ineludible al comienzo de toda sinfonía. Requisito necesario para la correcta comprensión del pentagrama y sus signos. Ahora, las notas deben fluir. Corcheas, blancas, negras, semicorcheas, negras, blancas. Do, do, mi, mi, sol, sol, mi, fa, fa, re, si, si, sol, do, do, mi, mi, sol, sol, mi, fa, re, si, sol, do, mi, do. El sonido escrito. La composición se dibuja mediante letras irreales que reflejan la verdad sonora. El efecto supera la causa. Si así no lo fuera, la evolución sería un absurdo. De todos modos, aún siendo sordo, Ludwig van Beethoven compuso la novena sinfonía. El día de su estreno, escuchó sin oír. El contenido empírico, el timbre diáfano de la realidad ya estaba en su mente. Y si durante toda su vida no hubiera percibido el más nimio sonido...

Las decisiones previas e ineludibles, incluso a veces pequeñas, mecánicas, son las determinantes. Las que motivan que la partitura de una obra se llene de unos u otros símbolos, sonidos, recuerdos. Pequeños detalles que hacen grandes cosas. Detalles empíricos. La clave, de sol o de fa, está en lo vivido.

Y sí, este es un pentagrama absurdo.

imagen: flickr por mireia.