Los sonidos brotaban con dificultad de entre sus entrañas. Sus gastadas cuerdas vocales encharcadas de whiskys, cohibidas por el humo de las mañanas sin compañía e intoxicadas de pasión, evocaban más bien a un pequeño piano de cola en el que una sola mano presionaba las teclas para concebir una armoniosa, simple y breve gran melodía. O eso creía yo cuando me sentaba a escucharle. Parco en palabras, exagerado en cuentos, relatos, historias, vida.
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